Al hilo del post anterior, y buscando información al respecto, descubrí en este foro un libro editado por Plaza y Janés en 1969, titulado "La Primera Guerra Mundial en fotografías y documentos" que además de fotos impresionantes, recoge cartas de soldados en las que quedan plasmados sus sentimientos y preocupaciones, sus miedos y sus esperanzas. Algunas estremecen porque sus autores, jóvenes que acabaron muertos en la batalla, expresan de manera cercana y real el infierno que vivieron en aquella contienda.
Centrándonos en el tema que nos interesa, hay una carta escrita por un sargento de la 3ª Compañía dirigida por el Capitán Von Raben (los que defendieron el sitio de Mora en Camerún), y que textualmente dice lo siguiente:
"El 8 de Agosto de 1915 recibimos la confirmación definitiva de la rendición de Garua. Fue ese día cuando regresó el soldado Mamadú, enviado a Garua el 3 de Julio. Había procedido con mucha audacia y habilidad. Con objeto de conseguir su propósito, entró de criado con un enemigo europeo, aprovechando la primera oportunidad que dispuso para huir cuando se hubiera enterado de lo suficiente. Según sus noticias la rendición de Garua había tenido lugar en los primeros días de Junio.
Un interesante documento que nos muestra de primera mano aquellos difíciles momentos.El Capitán Von Raben no era amigo de andar con secretos. Consideraba un deber informar de la situación de la colonia alemana no sólo a los europeos sino también a los nativos. En la medida de lo posible hizo salir de las posiciones a las tropas nativas, las hizo formar y les informó de la rendición de Garua y de lo que posiblemente nos esperaba. Habló claramente a los soldados, manifestándoles que podían seguir a nuestro lado, en cuyo caso había que sufrir privaciones y mirar a los peligros cara a cara, o abandonarnos y renunciar a la lucha. ”Quien de vosotros quiera marcharse puede hacerlo. No se lo tomaré a mal” fueron sus últimas palabras. Es posible que los mercenarios nativos no olviden jamás lo que siguió: rostros alargados, pero decididos, miraron al jefe con ojos fijos y brillantes y la respuesta sonó como un juramento sagrado ”¡Seguiremos todos contigo y ninguno de nosotros quebrantará el juramento de fidelidad!”. Y todos, hasta el último hombre, han mantenido hasta el fin el juramento, a pesar de que el enemigo llevado por su odio especulaba que el personal nativo se levantaría contra nosotros. Los nativos tampoco hicieron caso a los halagos franceses, que repetidamente alababan con voces a nuestra gente para que se pasara con ellos. El Capitán Von Raben sabía que podía tener confianza en sus leales y que la respuesta no podía ser otra."
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