16.10.16

Fiesta de compatriotas


El 28 de mayo de 1916 se organizó en la Ciudadela de Pamplona lo que bien pudiera ser la primera Oktoberfest (o Fiesta de la Cerveza) de la ciudad, aunque no era octubre sino mayo, pero la ocasión así lo requería. Fue una fiesta de confraternidad entre los alemanes internados aquí y unos cincuenta compatriotas llegados desde Bilbao y San Sebastián, entre los que se encontraba el Cónsul de Alemania en esta última.  La mayor parte de ellos vino en automóvil y el resto lo hizo en el tren Plazaola, llegando estos últimos hacia las diez de la mañana.

El 26 de mayo de 1916, Diario de Navarra publicaba una pequeña reseña sobre dicho evento:
"Entre los alemanes en esta capital internados, hay gran entusiasmo con motivo de la fiesta que pasado mañana celebrarán en unión de sus compatriotas de Bilbao y San Sebastián, que vendrán a pasar el día con ellos en íntima confraternidad que tanto desean, ahora que se ven disgregados y lejos de su patria.  La fiesta se celebrará en uno de los salones del Vínculo o en la Ciudadela, más parece probable en este último lugar, y en ella se hará música y tendrán gran cervezada."
A continuación transcribimos la noticia de cómo se desarrolló esta fiesta, tal y como la publicó Diario de Navarra al día siguiente:

"LA FIESTA DE LOS ALEMANES 
Como habíamos anunciado, ayer tuvieron una fiesta fraternal buen número de alemanes de las colonias de San Sebastián y de Bilbao y los que, procedentes del Kamerún se encuentran en Pamplona. 
A las cuatro de la tarde se reunieron todos en uno de los pabellones de la Ciudadela donde tienen su alojamiento los soldados del Kamerún. El amplio local estaba adornado con follaje, con flores y con muchas banderas de España y Alemania unidas. 
En el centro había dos grandes retratos, uno del Rey de España y otro del Emperador de Alemania adornados con las respectivas banderas. Poco después de las cuatro comenzó la fiesta. 
En un gran número de mesas tomaron asiento los alemanes, entre los que se hallaban señoras y señoritas.  En la mesa presidencial se sentaron el Cónsul alemán en San Sebastián, señor Lewin, el teniente coronel Gobernador de la Ciudad señor García Acha y el capitán alemán jefe de las fuerzas internadas en Pamplona señor Adametz. 
El señor Lewin pronunció un discurso en alemán, y al final, todos de pie, el señor Lewin dio los tres hurras por Alemania y el Emperador, que fueron contestados con entusiasmo. 
Después el señor García Acha pronunció un discurso breve, tan discreto como elocuente, y los alemanes vitorearon en pie a España, al Rey y al Ejército español. 
Después habló el capitán Adametz, y al final de su discurso, puestos todos en pie, dio tres vítores a España y al Rey que fueron contestados con verdadero frenesí y con largos aplausos. 
Cuando terminó de hablar el Cónsul señor Lewin todos los alemanes cantaron el himno de su patria, el "Deutschland Deutschland über alles", y cuando acabó de hablar el señor García Acha los alemanes puestos  en pie, oyeron nuestra Marcha Real.  Cuando terminó aplaudieron, y vitorearon a España, al Rey, a Navarra, a Pamplona y al Ejército.
Un señor alemán leyó una poesía, que debía de ser muy inspirada y patriótica, a juzgar por los bravos con que fueron acogidas algunas estrofas y por los aplausos que estallaron al final.  
Otro señor, cantó una canción patriótica, siendo muy aplaudido.  Otro, en breves palabras cuyo significados adivinábamos por la tristeza que había en todos los semblantes durante el discurso, dedicó un recuerdo a los muertos.  
Otro dedicó un recuerdo a Austria-Hungría, y a su Emperador, siendo aclamados, y entre bok de cerveza y dentellada a las abundantísimas rebanadas de pan con fiambres alemanes, se cantaron himnos patrióticos y canciones populares de Alemania. 
Asistieron algunas señoras y señoritas de Pamplona que fueron obsequiadas con ramos de flores, y muchos invitados y amigos de los alemanes.  Fue una fiesta simpática y tierna porque fue una fiesta patriótica y de hermanos.  
Nos creemos en la obligación de dar las gracias a los alemanes por las frases de cariño que tuvieran para España y para todo lo que se refiere a España.  Y felicitamos a los organizadores de la simpática fiesta."
















































Es especialmente emotivo pensar que estos hombres que en esta celebración comían y bebían con total placidez en nuestra ciudad, hacía pocas semanas se encontraban caminando por la selva con las pocas pertenencias que pudieron salvar en su huida, en condiciones miserables. Quizás por ello los ánimos se engrandecían al alzar sus jarras de cerveza recordando canciones o poesías en honor a su patria, desde el confort que les proporcionaba un país neutral que tan bien les había acogido.

Me gustaría pensar que el señor que dedicó un recuerdo a Austria-Hungría (al que alude el periodista) fue mi abuelo, aunque por mis últimas investigaciones creo que no fue el único austro-húngaro de los que llegaron a Pamplona, pero en cualquier caso, es interesante apreciar el hecho de que algunos mostrasen su predilección por Austria o alguno de los estados del Imperio ante los que en su gran mayoría eran alemanes.  Eso del Imperio Austro-húngaro suena tan bien y es tan literario, que no me extraña que el propio maestro Berlanga estuviese obsesionado con este término, que bien se ocupó de incluir en la mayoría de sus películas.

Berlanga (resumen)